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Perder el bolso


Esta noche he estado sentado, tomando el fresco, en la plaza de la catedral. Serían como las 00:30, y me he levantado. He cogido la bolsa de plástico, y me he ido para casa, pensando en lo fresquito que se está en Granada, en lo caro que sería bajar la luna a la Tierra (y los follones gravitacionales que implicaría) y en lo que iba a hacer mañana. Cuando llevaba 20 minutos andando, me he dado cuenta de que no llevaba el bolso, que me lo había dejado en el escalón en el que había estado sentado.

He vuelto sobre mis pasos, corriendo, y he llegado a la plaza para encontrarme a una familia sentada justo en el mismo escalón en el que había estado yo. He reconocido al niño con la bici de haber estado viendo cómo le daba vueltas a la plaza, y en cuanto me han visto la mujer ha levantado el bolso y lo ha agitado en el aire, a modo de saludo.

Estaba todo. Intacto. Obviamente se lo he agradecido mucho y me he ido tan contento. De primeras he pensado "joder, es lo mismo que hubiera hecho yo"... pero no es lo mismo que hubiera esperado del resto de la humanidad.

No quiero irme de aquí nunca. Nunca. Hoy me lo han recordado al devolverme el bolso.

Me han recordado lo fantástica que es la gente, y me he acordado, volviendo a casa con mi bolso, de lo genial que es la gente que hay en mi vida ahora. Quiero daros las gracias a todos, porque todos y cada uno de los que estáis leyendo el blog ahora mismo, tenéis un trocito de culpa de que me sienta feliz con lo que tengo y que, contra todo pronóstico, no quiera perder la vida que tengo ahora mismo. Habéis conseguido que, aunque me parecía imposible, vuelva a decir de vez en cuando, sonriendo y en voz alta: "joder, me encanta mi vida".

Ojalá todo esto no se acabe nunca, ojalá no cambiemos, ojalá no nos separemos... pero como sé que eso no es posible, espero al menos que esta racha dure lo más posible y que cuando acabe, todos nos acordemos con una sonrisa los unos de los otros, y seamos capaces de vernos de vez en cuando, aunque sea un par de veces al año en un salón, para tomar unas cervezas y reirnos un rato.

El Sacrificio

El otro día fui a una tienda de pianos, junto al conservatorio, para preguntar cuánto podía costar traer mi piano desde Jaén. Resulta que me va a costar bastante más de lo que creía, y no parece viable traerlo ahora mismo.

Tiene gracia... mi piano es otra de esas cosas que he sacrificado al venir a Granada. Digo que tiene gracia porque casi la única pieza que todavía recuerdo cómo se tocaba de memoria, y que aún me encantaba tocar, es la que he puesto arriba: "The Sacrifice", de Michael Nyman.

Sólo era un niño, pero aprendí a tocarla con sacrificio: tenía el metacarpo del meñique izquierdo fracturado. Pasé mucho dolor, pero no me importaba porque me encantaba la música. Iba quitándole trocitos a la escayola para que me dejara mover más la mano, y seguía tocando. Me seguía doliendo. Cada día. Pero yo seguía tocándola y ensayando. Al final le costó mucho cicatrizar. Cuando mi mano se curó, durante muchos meses, cada vez que tocaba mucho el piano, me dolía la mano: me daban unos tirones horribles, se me agarrotaba... con el frío me dolía el hueso, pero nunca me importó realmente.

Ahora resulta que he sacrificado justo eso para venirme... para mí esta pieza de música ha sido un sacrificio, en el sentido más literal de la palabra: la aprendí con dolor y luego la tocaba con dolor, a pesar del sacrificio que era... y ahora la he sacrificado para no volver a tocarla.

Mi fractura, y la foto que eché de mi piano al despedirme de él.

En Jaén mi vida era tranquila, estaba parada. Era como un estanque, pero el problema es que si el agua se estanca demasiado, se pudre... y eso es lo que me estaba pasando en Jaén. Estaba tan estancado, que ya no tocaba el piano... en realidad ya no hacía nada en absoluto.

Luego me vine a Granada (a Ogíjares, en realidad). Pasé por una mala racha, todos estábamos pasando una mala racha allí. Nadie te explica que los cambios no son gratis, que son difíciles de hacer... y a veces cambiar algo en tu vida te cuesta más de lo que creías que iba a costarte, y más de lo que creías estar dispuesto a pagar.

Ahora estoy en Granada. He pagado un precio muy alto por esto. He perdido más de lo que quería perder (resulta que el piano también). Hay quien podría decir que ahora ya no tiene sentido estar aquí, que he perdido demasiado... que he perdido lo único que tenía antes de venir.

Supongo que en realidad es normal: si cambias de vida, acabas perdiendo tu vida anterior. Tendría que haberlo sabido.

Ahora de pronto, sin esperármelo, estoy atrapado en Granada.

La palabra es "atrapado" no porque quiera "escapar", sino porque tengo la sensación de que todo esto ya ha empezado. Ha echado a andar. Ya no hay vuelta atrás, y tengo que seguir el ritmo de la vida que me rodea.

Esa es la parte buena: la vida. Estoy rodeado de vida. Estoy envuelto en vida. Atrapado en ella. Salgo a la calle y está llena de vida, los sitios están vivos... desde un paseo por la mañana, tranquilo bajo el Sol, donde ves un caño de agua en el casco antiguo, hasta la ferviente vida nocturna de la zona donde vivo; que te arrastra, te absorve.

Estoy rodeado de gente. Gente nueva... eso que tanto echaba de menos en Jaén. Unos simplemente los conoces por ahí, de copas, e intercambias algunas palabras con ellos. Otros son nuevos amigos que me acompañan, que viven esta vida conmigo, que también están atrapados en todo esto, y que me hacen sentir feliz.

Siento que todo ha merecido la pena.

A pesar de las heridas, de los sacrificios, todo es tan genial que, en realidad, ha valido la pena. Estoy atrapado en esta nueva vida... y lo peor es que me encanta.

Exactamente igual que cuando tocaba The Sacrifice.

Por eso le tengo tanto cariño a Michael Nyman: porque con su música me enseñó que en la vida hay cosas que te gustan tanto, que no importa el dolor que puedan provocar... y todavía, de vez en cuando, me lo recuerda.

El Enterrador

Esta vez he incluído dos audios. He puesto el segundo en el punto de la lectura en el que me gustaría que empezara. Además para cuando lleguéis a él ya debería haber terminado el primero.

Espero de todo corazón que os guste este pequeño cuento.

La gente comenta cuando lo ve pasar: parece que está mejor. Podría estar peor.

Algunos conocen una historia, probablemente no muy precisa, que les ha llegado de boca en boca. Los que vieron qué pasó de primera mano callan, agachan la cabeza y prefieren no opinar:

No conocen toda la historia.

Ignoran los detalles.

Se les escapan los matices.

Sólo él lo sabe.



Con el alba sale de casa, se frota los ojos y se pone en marcha. Saluda al herrero, saluda al cestero y al alfarero, y pasa el día en su taller. Por las noches, cuando inevitablemente todos los demás han ido a dormir, algunos con sus familias y otros con su soledad; coge su pala y su lámpara de aceite, y sale al bosque.

Se le puede ver cavando incesantemente junto a un árbol. Agotado, empapa su sudor y sus lágrimas y se dice a sí mismo que todavía no está agotado. Sus manos llenas de ampollas sangran y supuran, pero sigue cavando más y más, siempre junto al mismo árbol: empezó sólo por un lado, luego a todo alrededor. Un enorme foso que dobla ya su altura rodea el árbol. Pueden verse las raíces asomar enredadas al aire. Los animales salvajes no lo molestan. Nadie osa perturbar su tarea.

Una niña pequeña se ha escapado de casa. Desde su ventana, que da a los lindes del bosque, ve marchar a la triste figura cada noche. Esta noche ha decidido seguirla.

-¿Qué va a enterrar ahí, señor? -La niña mira desde arriba del foso. No hay compasión en sus ojos. Sólo preguntas.

-No entierro. Busco. -Él se quita el sudor de la frente con el dorso de la mano, y se llena de tierra la cara. Sigue cavando.

-¿Qué busca, señor? -Parpadea.

-Dicen que se colgó de este árbol, y según la tradición la deberían haber enterrado aquí mismo... pero estoy seguro de que no está aquí. Así que sigue viva.

La niña se acerca al árbol que hay al lado, mucho más grande y llamativo. Sus fuertes ramas se retuercen inconfundiblemente, su tronco se divide en tres para volver a trenzarse más arriba hasta ser uno de nuevo. El musgo lo cubre aquí y allá, y está lleno de vida; salvo una única rama, que permanece seca y negra, con un ajado trozo de soga enredado. En el tronco, a la altura de los ojos, un grabado con marcas funerarias y un nombre de mujer.

-¿Cómo se llamaba ella, señor?

Él la mira de reojo, sin dejar de cavar. La cara empapada en lágrimas y tierra. No dice un nombre, sólo mira a la niña un segundo y sigue cavando.

La pequeña acaricia con los dedos el nombre herido en el árbol. No necesita escuchar ninguna respuesta; basta con su mirada.

-¿Por qué no la busca aquí, señor?.

Clava la pala.

-¿Tiene miedo de encontrarla, señor?
Levanta tierra.

Nunca lo dice en voz alta.
Clava la pala.

Prefiere inventar historias sobre lo lejos que ha ido para hacer algo.
Levanta tierra.

Y los sitios que está viendo.
Clava la pala.

Prefiere imaginársela volviendo.
Levanta tierra.

Contándole sobre su viaje.
Clava la pala.



Se acerca el amanecer. Sale del foso agarrándose a las raíces con sus propias manos destrozadas y agotadas. Nunca lleva escalera; puede que algún día el foso sea tan profundo y tan grande su cansancio, que no consiga salir.

La niña está dormida sobre el suelo húmedo.

Él coge su saco vacío, y lo llena con la tierra que ha sacado del foso. Se lo echa al hombro y camina dirección a la costa.

Recorre el mismo camino cada madrugada. La respiración agitada, la espalda encorvada por el peso. Los ojos escuecen por el sudor, las lágrimas y la tierra. Camina durante una hora.

Sube a una extensa colina coronada por un precioso prado, cortada al fondo por un acantilado: se oye susurrar el mar. Apenas se ven los colores de las flores con la oscuridad. Sigue caminando hasta una pequeña roca que hay más adelante, en una zona hundida en el prado, casi una cueva, oculta por la hierba alta: pero él sabe bien dónde está. Quita la roca. Echa en su lugar la tierra que acaba de traer. La aplasta, la apelmaza suavemente: casi la acaricia. Aguanta un sollozo mientras escribe un nombre en la tierra, con el dedo, para después taparlo con la roca.


Vuelve sobre sus pasos. La niña ya no está: despertó y volvió a su cama.

Él sigue su camino, entra en su hogar. Se asea, y se sienta en la oscuridad a esperar al amanecer una vez más.

A esperar a la hora de empezar de nuevo su vida diurna. La que ella le hizo prometer que viviría.


Dicen que cada noche va al bosque a cavar como un loco, que ha perdido la razón. Dicen que la desenterró la primera noche y la ocultó en alguna parte. En su casa. La tiró al mar. Dicen que sigue viva, que nunca le pasó nada. Dicen que murió por su culpa, o que se volvió loca. Dicen que tenía una terrible enfermedad y carecía del valor de luchar con ella y morir lentamente. Nadie sabe con exactitud; todos creen.

Dicen que cava mentiras, y entierra cada vez más la verdad con ellas. Nadie sabe si algún día dejará de hacerlo, o si incluso ya dejó de hacerlo y sólo es el eco de los rumores, resonando. Algunos opinan que ya está mejor: suele sonreir, y trabaja con firmeza. Parece que las ojeras no son tan marcadas ya...

¿Quién sabe?

Cada noche, la niña se arrodilla sobre la cama y mira por la ventana para ver cómo una lucecita se adentra penosamente en el bosque. Hasta que se va olvidando, al principio sólo algunas noches, de mirar. Se distrae con sus juegos, pensando en la escuela. Después se distraerá pensando en sus amoríos. Más tarde pensará en la casa que le construirá su padre cuando se case... pronto apenas recordará su pequeña aventura nocturna, y seguirá con su vida.

Visita Inesperada

Cuando hoy volvía como a las cinco de la tarde a casa, todo parecía estar normal... pero cuando he ido a abrir la puerta, mi sentido hurácñido me ha alertado, y he mirado hacia arriba:



¡Vaya! He abierto la puerta con mucho cuidado y mucho miedo de hacerle daño, poco a poco... y cuando ya estaba abierta una rajita mirad qué personita me he encontrado:

Hay un viejo dicho maya que dice que si encuentras un reptil en tu puerta, es símbolo de grandes cambios venideros y buena fortuna. O eso, o otro maya intenta que mueras envenenado. En realidad no hay ningún dicho maya documentado que diga nada parecido, pero molaría un huevo.

He empujado a mi pequeño colega con un papel para que saliera de mi puerta al rellano para que estuviera seguro, y he entrado en casa.

Al cabo de casi cinco horas, he vuelto a casa de hacer la compra, y cuando he salido a la azotea para fotografiar el atardecer, he vuelto a encontrármelo por el rellano... parecía un poco perdido, y he pensado que no debía estar muy contento, así que lo he asustado un poco para que corriera hacia la puerta abierta de la azotea. Cuando se ha visto en el exterior, ha dado un par de vueltas sobre sí mismo y ha salido corriendo, casi como un niño pequeño que sale al recreo.

Creo que hoy le he alegrado la vida a alguien ^_^

Kirby informando en directo desde su centro de mando ;)

Reteniendo El Amanecer

Hoy he visto amanecer.

Otra vez.

Es un proceso bastante curioso, empieza a alargarse la noche y no te das cuenta. Primero son las 12, y pienso que es buena hora de acostarse... estaría bien que me diera sueño ahora. Luego son las 2... es tarde, pero nada preocupante. A las 3 y pico empiezo a pensar que mañana vas a tener sueño cuando quiera levantarme. A las 4:30 la cosa pasa de castaño oscuro. A las 5 y media empiezo a pensar "como me acueste después del amanecer verás tú mañana qué risa... ¿y si ya empalmo?" Cuando estaba en Jaén, este punto de "me he pasado" lo marcaba el ruido de Miguel Ángel, el frutero, descargando su furgoneta y abriendo la frutería. Aquí no tengo ningún indicativo claro todavía.

Luego son las 6... y salgo a la azotea. Todavía no hay luz, pero los pájaros de la ciudad ya están haciendo todo el ruido que pueden hacer y más. Nunca he entendido si están eufóricos, o agobiados. Sin embargo, la sensación de silencio es sobrecogedora. Me gusta ver las calles vacías: no están ni los que se acuestan tarde porque están de fiesta, ni los que madrugan. No hay nada abierto, ni coches.

Siento el frío: me encanta el frío, especialmente el de la madrugada. Me acuerdo de cuando madrugaba para ir a una excursión con el colegio, o con los scouts. Me acuerdo de despertarme a las 4 para orinar, en pleno invierno, en mitad de la montaña... y terminar dando un paseo, helado de frío, por el bosque hasta que amanecía. Yo conmigo mismo, sin el ruido de los demás niños ni monitores. Recuerdo ver lechuzas, un zorro totalmente blanco, recuerdo ver conejos y lagartijas... recuerdo con muchísimo cariño el despertar del bosque.

Últimamente el amanecer me ataca de improviso, veo acercarse la hora e intento retenerlo. Es como si, por no pensar que ya son casi las 6 y va a amanecer, no fuera a suceder. Parece que si reconozco que he visto amanecer una vez más, estoy reconociendo que todo esto está pasando, y no quiero... si se alarga la noche parece que todo es normal, y que todo está bien.

Hay una escena en Siegfried, de Alex Alice, que me recuerda mucho a mis sensaciones con el amanecer últimamente:

Odín se mantiene erguido, reteniendo el amanecer: está esperando a su hija la valquiria. Sabe que si no vuelve antes del amanecer, habrá desobedecido su ley y será una prueba de que le ha traicionado... así que no quiere aceptar lo que pasa, y retiene el amanecer con su puño, negándoselo al resto del mundo, esperando "sólo un poco más", para ver si aparece en el último instante y no era más que una falsa alarma. Mientras tanto, Frigg, la esposa de Odín, le pide que deje salir al Sol, que reneterlo para siempre no va a traer a su hija de vuelta y no va a cambiar nada.

Siempre me ha parecido una página preciosa del libro, cargada de significado... pero ahora además me siento identificado.

A veces, cuando veo el amanecer desde la azotea, no puedo evitar querer retenerlo.


































Kirby informando en directo desde su centro de mando ;)

Las Estrellas

Esta pequeña entrada ya la habréis visto por facebook: es una pequeña reflexión que tuve la semana pasada, viendo las estrellas en la casa en la que estábamos descansando... pero creo que la idea de hacer un blog se originó justo por este texto, así que es justo que lo ponga aquí.

La entrada original es del miércoles 4 de Junio a las 4:09 de la madrugada:

Hora de irse a la cama. Me dirijo a mi habitación y veo la puerta trasera de la casa, justo al lado de mi objetivo.

Me llama. Creo que me escaparé un rato para saborear el frío nocturno de montaña... y mi soledad.

Voy a escucharme un poco.

Salgo y rodeo la casa. Encuentro las tumbonas junto a la barbacoa.

Me llaman. Creo que me tumbaré un rato para mirar las estrellas... mis añoradas estrellas.

Voy a escucharlas un poco.

Hacía muchos años que no veía las estrellas así de bien, pero hace muchos más desde la última vez que las vi de verdad. Mis ojos se van adaptando. Van apareciendo estrellas... más de las que esperaba. Reconozco algunas formas, pero recuerdo pocos nombres ya.

Recuerdo a Sagan: "Ese pálido punto azul". Me hace sentir extrañamente bien: en realidad ¿qué importa nada de lo que pase aquí abajo?

Me encuentro estirando la mano; intentando alcanzar el cielo. Veo pasar una estrella fugaz... luego otra. Da igual... no son más que trocitos de cielo que entran en la atmósfera y se calcinan, ¿verdad?.

Empiezo a pensar en la inmensidad de lo que veo... intento asimilarlo hasta que siento el miedo y me da un pequeño vuelco el corazón, como antes.

Sigo un rato más. Por un momento me parece sentir a mi padre a mi lado. De pie junto a mi tumbona. Espera a que le cuente cosas. No... ya lo sabe. Sólo quiere que sepa que me comprende. No hace preguntas. No da respuestas.

Sigo disfrutando de todo, y de pronto me encuentro esperando ver una tercera estrella fugaz, para pedir un deseo. Ya sé lo que son... pero merece la pena intentarlo.
Kirby informando en directo desde su centro de mando ;)

Prólogo

Escuchando:
De nuevo empiezo un blog. En distintas etapas de mi vida he llevado varios blogs muy personales, desde hace muchísimos años... cuando ni siquiera había gestores de blogs y tenías que programártelos tú... el primero que recuerdo es como del año 2002 o así, donde contaba las cosas que me gustaban, o pequeñas anécdotas del instituto.

Quiera o no, acaba de empezar una nueva etapa de mi vida... así que me he agarrado a eso que siempre me ha gustado decir de "las crisis son oportunidades disfrazadas" y a afrontarlo con ganas y con ilusión de verdad, queriendo ver qué me espera ahora. No quiero mentir: es doloroso, está siendo y va a ser doloroso... pero estoy listo. Me arranco la camisa y grito: "¡Ven a por mí!"


Es por esto que este blog probablemente, y sobre todo al principio, tenga cierta carga melancólica: es algo que no voy a poder evitar, pero no hay de qué preocuparse, pues esto no es un rincón para llorar. Es un rincón para reflejar lo que siento, para expresar mis esperanzas, mis pensamientos, para contar lo que me ha pasado y enseñar las cosas que he descubierto y los sitios que desubro en mi nueva vida en Granada. Si alguno de vosotros quiere leerlo para saber más de mí, conocerme más o ver cómo estoy: adelante. Siéntete libre de comentar, incluso. Si no, simplemente será un diario privado.

Curiosamente lo primero que he hecho creando el blog ha sido actualizar la información de perfil en Blogger, y debo decir que hacerlo me ha llenado de optimismo, pues he visto un antes y un después. He visto que en realidad he crecido en los últimos 5 años, que soy mejor y que estoy en una mejor posición... incluso he cumplido mis sueños. Dejo una imagen comparando el perfil antiguo con el nuevo, pues creo que es la mejor forma de notar los cambios a simple vista:





No tiene mala pinta para empezar, ¿verdad?.

En cualquier caso, aquí empieza mi quinto blog, que he titulado "De Nuevo Kirby". No confundir con "El Nuevo Kirby", pues no soy un Kirby nuevo, si no que soy, de nuevo, Kirby. (Coros de "lo ha dicho!! lo ha dicho!!! ha dicho el título!! por eso se llama así!!!!").

Espero que me acompañéis, unos por curiosidad y otros por cariño, en este viaje.

Kirby informando en directo desde su centro de mando ;)