Header

El Sacrificio

El otro día fui a una tienda de pianos, junto al conservatorio, para preguntar cuánto podía costar traer mi piano desde Jaén. Resulta que me va a costar bastante más de lo que creía, y no parece viable traerlo ahora mismo.

Tiene gracia... mi piano es otra de esas cosas que he sacrificado al venir a Granada. Digo que tiene gracia porque casi la única pieza que todavía recuerdo cómo se tocaba de memoria, y que aún me encantaba tocar, es la que he puesto arriba: "The Sacrifice", de Michael Nyman.

Sólo era un niño, pero aprendí a tocarla con sacrificio: tenía el metacarpo del meñique izquierdo fracturado. Pasé mucho dolor, pero no me importaba porque me encantaba la música. Iba quitándole trocitos a la escayola para que me dejara mover más la mano, y seguía tocando. Me seguía doliendo. Cada día. Pero yo seguía tocándola y ensayando. Al final le costó mucho cicatrizar. Cuando mi mano se curó, durante muchos meses, cada vez que tocaba mucho el piano, me dolía la mano: me daban unos tirones horribles, se me agarrotaba... con el frío me dolía el hueso, pero nunca me importó realmente.

Ahora resulta que he sacrificado justo eso para venirme... para mí esta pieza de música ha sido un sacrificio, en el sentido más literal de la palabra: la aprendí con dolor y luego la tocaba con dolor, a pesar del sacrificio que era... y ahora la he sacrificado para no volver a tocarla.

Mi fractura, y la foto que eché de mi piano al despedirme de él.

En Jaén mi vida era tranquila, estaba parada. Era como un estanque, pero el problema es que si el agua se estanca demasiado, se pudre... y eso es lo que me estaba pasando en Jaén. Estaba tan estancado, que ya no tocaba el piano... en realidad ya no hacía nada en absoluto.

Luego me vine a Granada (a Ogíjares, en realidad). Pasé por una mala racha, todos estábamos pasando una mala racha allí. Nadie te explica que los cambios no son gratis, que son difíciles de hacer... y a veces cambiar algo en tu vida te cuesta más de lo que creías que iba a costarte, y más de lo que creías estar dispuesto a pagar.

Ahora estoy en Granada. He pagado un precio muy alto por esto. He perdido más de lo que quería perder (resulta que el piano también). Hay quien podría decir que ahora ya no tiene sentido estar aquí, que he perdido demasiado... que he perdido lo único que tenía antes de venir.

Supongo que en realidad es normal: si cambias de vida, acabas perdiendo tu vida anterior. Tendría que haberlo sabido.

Ahora de pronto, sin esperármelo, estoy atrapado en Granada.

La palabra es "atrapado" no porque quiera "escapar", sino porque tengo la sensación de que todo esto ya ha empezado. Ha echado a andar. Ya no hay vuelta atrás, y tengo que seguir el ritmo de la vida que me rodea.

Esa es la parte buena: la vida. Estoy rodeado de vida. Estoy envuelto en vida. Atrapado en ella. Salgo a la calle y está llena de vida, los sitios están vivos... desde un paseo por la mañana, tranquilo bajo el Sol, donde ves un caño de agua en el casco antiguo, hasta la ferviente vida nocturna de la zona donde vivo; que te arrastra, te absorve.

Estoy rodeado de gente. Gente nueva... eso que tanto echaba de menos en Jaén. Unos simplemente los conoces por ahí, de copas, e intercambias algunas palabras con ellos. Otros son nuevos amigos que me acompañan, que viven esta vida conmigo, que también están atrapados en todo esto, y que me hacen sentir feliz.

Siento que todo ha merecido la pena.

A pesar de las heridas, de los sacrificios, todo es tan genial que, en realidad, ha valido la pena. Estoy atrapado en esta nueva vida... y lo peor es que me encanta.

Exactamente igual que cuando tocaba The Sacrifice.

Por eso le tengo tanto cariño a Michael Nyman: porque con su música me enseñó que en la vida hay cosas que te gustan tanto, que no importa el dolor que puedan provocar... y todavía, de vez en cuando, me lo recuerda.

0 comentarios: